Los animales ayudan a sanar
Una mascota no juzga, devuelve multiplicado el cariño, acepta sin
condiciones y puede sacar lo mejor que los humanos llevan dentro, especialmente
en personas enfermas, con discapacidad o problemas psicológicos. El mejor amigo
de la terapia.
Quién no ha sufrido un duro desengaño amoroso o sentido un dolor que
parecía irreparable al perder a un ser querido. Pues bien, según un estudio de
la farmacéutica veterinaria Ceva, el 54% de los españoles que tienen mascota en
casa dicen que su cariño fue muy importante para salir adelante en esos
trances. El porcentaje asciende al 98% si se incluyen problemas laborales,
riñas familiares e incluso insatisfacción con uno mismo.
La capacidad de
los animales para brindar afecto desinteresadamente y aceptar al humano sin
prejuicios explica su beneficiosa influencia y su uso en zooterapia y
actividades asistidas con animales.
Esa misma capacidad de perros y gatos, entre otras
especies, para brindar afecto desinteresado a los humanos explica el éxito de
las actividades asistidas con animales (AAA), por ejemplo para estimular a
ancianos o a personas con dificultades para comunicarse o con baja autoestima.
A ellas se suman los programas de zooterapia, una disciplina de la
psicología clínica que emplea animales para tratar a personas con problemas
psicológicos emocionales en especial, pero incluso casos de autismo o discapacidad
mental. En las condiciones propicias, un ambiente relajado, con
supervisión profesional y la mascota adecuada, la amistad animal suele
multiplicar la eficacia de la terapia profesional.
El animal no tiene prejuicios
Aunque en realidad cualquier animal puede servir para AAA o zooterapia,
ya que lo importante es la reacción positiva del humano ante esa compañía,
suelen emplearse razas de perros y gatos inteligentes, sociables, con buena
capacidad de aprendizaje y un carácter tranquilo. Por ejemplo labradores, terranovas,
pastores belgas y golden retriever, o siameses en el caso de los felinos.
También se usan con frecuencia conejos como los Mini Rex, Dutch o Daisy, y
caballos árabes o españoles. De hecho, los zooterapeutas suelen elegir al
ejemplar más tímido de la camada.
Los expertos dicen que la clave de su poder terapéutico es la capacidad
del animal para aceptar al otro sin prejuicios de ninguna clase. Por eso pueden
despertar espontáneamente la empatía, o lo que ellos llaman el enfoque
exterior, es decir, salir de uno mismo y de los propios problemas para centrar
la atención en el animal, y entretenerse sin la desconfianza que se suele
levantar entre humanos. En quienes necesitan ayuda por estrés, depresión,
aislamiento o dificultades de comunicación, la presencia de un animal relaja al
paciente y da pie a una conversación más confiada con el terapeuta.
Una relación recíproca
“La comunicación con el animal se basa en la autenticidad, el psicólogo
puede aprovechar ese vínculo animal/paciente desde el corazón”, sostiene Isabel
Salama, psicóloga clínica experta en zooterapia. Pero advierte: “El animal no
cura, ayuda a mejorar y a abrir otras perspectivas en la visión de las
circunstancias de ese momento complicado. Es inocente, tiene sus propias
necesidades emocionales y no hay que esperar que proporcione cariño o
tranquilidad sin recibir lo mismo a cambio. Nunca hay que decir: ‘Estoy
deprimido, así que me compro un perro’. La conexión benéfica para el humano
implica la responsabilidad hacia el cuidado del animal, es decir, unos 15 años
en un perro o un gato, o casi 100 si se trata de un loro”.
Si se entiende este enfoque de responsabilidad humana y que los animales
no son médicos, la zooterapia regala casos que parecen milagrosos. “Recuerdo
especialmente una paciente que sufría una depresión terrible por su
separación matrimonial; llegó a al borde del desastre, pero en un programa de
zooterapia, el contacto con una yegua, con la que estableció un vínculo
inmediato, le permitió encarar su dolor de una forma diferente y le devolvió la
fe en sí misma y en el futuro. Han pasado 20 años y recuerda a aquel animal
“con agradecimiento de amiga”.
Los efectos beneficiosos de los animales son principalmente psicológicos
y emocionales, pero los físicos no son menos importantes; de hecho los
zooterapeutas sostienen que se potencian unos a otros. “Está estudiado cómo
compartir actividades con un animal ayuda a abrirse a las personas que han
desarrollado incapacidad para el contacto. Incluso mejora el ritmo cardíaco,
relaja la presión arterial y descarga endorfinas que estimulan la sensación de
bienestar”, explica Isabel Salama.
Fuente: www.verdeesvida.es